sábado, 8 de febrero de 2014

Rafael Sanzio y su Entierro de Cristo

Rafael Sanzio ya era un pintor de éxito notable cuando hacia 1505 recibió un importante encargo por parte de Atalanta Baglioni, miembro de una de las más importantes familias de Perugia. De hecho, el encargo no era más que una obra votiva en memoria del fallecido hijo de la comitente, Grifonetto Baglioni, que en el verano de 1500 había intentado hacerse con el poder en la ciudad a costa de la vida de su pariente, el terrible condotiero Gian Paolo Baglioni. La intentona acabó mal y Atalanta tuvo que presenciar el asesinato del hijo a manos de los esbirros de su primo.

Santo Entierro

La obra, conocida como Entierro de Cristo o Santo Entierro fue una de las primeras pinturas de gran formato y complejidad que ejecutó el joven artista, hasta ahora especializado en cuadros de pequeño formato y reducido número de figuras, tales como sus hermosas Madonnas, que tanta fama le habían dado. En su primera idea, el cuadro tuvo una composición mucho más conservadora. De hecho, no era sino una Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto, muy similar a la que Pietro Perugino, su maestro, había ejecutado en 1495. La preocupación de Rafael es evidente, a la luz de la gran cantidad de bocetos que realizaría durante los dos siguientes años sobre el tema. Poco a poco, un Enterramiento (boceto)concepto mucho más dinámico fue tomando forma en la mente del artista. La escena dejó de ser una lamentación para transformarse en un entierro o más exactamente, un traslado del cuerpo de Cristo. Formando una gran V que domina toda la composición, son dos poderosas figuras masculinas las que sostienen a Cristo exánime, mientras a su alrededor una serie de personajes expresan las más diversas actitudes. A la izquierda podemos ver a Nicodemo y Juan Evangelista en actitud resignada y desconsolada, respectivamente. María Magdalena sostiene el brazo muerto del Salvador con emocionante ternura. Ella sirve de nexo de unión con las figuras de la parte derecha del cuadro, donde Lamentación sobre Cristo muerto 1495podemos observar un grupo de figuras femeninas que sostiene el cuerpo de la Virgen, desmayada de dolor ante la visión de su hijo difunto. Esta segunda escena es una especie de doble reflejo, físico y espiritual. Por un lado, rememora el episodio de la muerte de Grifone ante los ojos de su madre. Por otra parte, parece una repetición casi exacta de la escena que representan los actores principales. El paisaje es hermoso, típicamente rafaelesco, pero a la vez simbólico: a la izquierda la Santa Cueva, a la derecha el Calvario, con sus cruces todavía enhiestas.

La obra es fantástica, intensamente bella en su colorido, pero sobre todo, nerviosa y dinámica, pues los personajes interactúan entre sí con toda naturalidad, algo insólito para la época. El juego de las miradas es prodigioso, la diversidad y elegancia de las posturas todavía nos sorprenden. En su momento, fue todo un aldabonazo para sus contemporáneos, que vieron surgir ante sus ojos a un nuevo dios de la Pintura. El joven Sanzio tenía tanto talento como el huraño Miguel Angel o el extravagante Leonardo, pero pronto demostraría una habilidad para las relaciones públicas muy superior a la de sus rivales. Poco después se convertiría en el gran hacedor de la Corte de los Papas, y nadie fue capaz de hacerle sombra en lo restante de su corta vida.

Santo Entierro detalle

Rafael desplegó toda su sabiduría en el Entierro de Cristo, y no tuvo reparo alguno en tomar lo mejor de los maestros que le habían precedido, como Perugino o Andrea Mantegna. Incluso es palpable la influencia de Miguel Angel, notoria en algunas figuras como la del mismo Cristo, o una de las mujeres del extremo derecho, que adopta una postura muy similar a la Virgen del Tondo Doni. Fue para él una suerte de aprendizaje que le permitiría afrontar con seguridad posteriores encargos de gran envergadura, como las Estancias Vaticanas.

Tondo DoniLa Pala Baglioni está firmada y datada RAPHAEL URBINAS MDVII (Rafael de Urbino 1507) y forma conjunto con otras pinturas de entidad menor, ahora conservadas en diversos museos. Sobre la escena principal se hallaba un Dios Padre Bendiciendo rodeado de ángeles, y bajo ella, a modo de predela, las Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad, flanqueadas por angelitos cada una de ellas. Estas alegorías enlazan con el significado del cuadro principal y con la dura historia de Atalanta Baglione. El retablo permaneció en su ubicación original hasta 1608, en que fue confiscada por esbirros del cardenal Scipione Borghese. El papa, intentando aplacar a los enfurecidos peruginos, envió sendas copias realizadas por dos grandes maestros del momento, Giovanni Lanfranco y el Giuseppe Cesari, conocido como Il Cavalier d’Arpino. En 1797 las tropas francesas robaron la obra, que formó parte del Museo Napoleón. Sin embargo, el Congreso de Viena decretó la devolución de los bienes expropiados a la Santa Sede, y desde 1815 el Entierro se conserva en la Galleria Borghese de Roma.

santo entierro detalle 2, ¿tal vez un retrato póstumo de Grifonetto Baglioni?   santo entierro detalle 3 Santo Entierro (detalle)

Dios Padre bendiciendo 1507 Pala Baglioni              Raffaello,_pala_baglioni,_carità            Raffaello,_pala_baglioni,_fede            Raffaello,_pala_baglioni,_speranza

lunes, 8 de julio de 2013

I Clavdivs

Robert Graves tiene el mérito de haber acercado la historia antigua y la mitología a muchas personas. Poeta antes que nada, el escritor inglés pintó en sus novelas históricas un fresco de personajes apasionantes que para sorpresa del lector, resultaban estar muy cerca de los hechos reales, o al menos, de la versión que los historiadores clásicos nos han dado de ellos. Bebiendo directamente de las páginas escritas por Suetonio, Tito Livio y otros, pero añadiéndoles un fino humor británico y una prosa clara y amena, Graves alcanzó su mejor logro con la “autobiografía” de Tiberio Claudio Nerón Druso Claudio, un personaje que contra todos los pronósticos alcanzó el trono imperial romano en el primer siglo de nuestra era.

Claudius_cropGraves consigue hacernos simpática a una figura con grandes luces pero también profundas sombras. Claudio fue el emperador que conquistó Britania y apaciguó el Imperio tras el turbulento reinado del emperador demente Calígula, su sobrino, que estuvo a punto de acabar con la dinastía. Pero también fue un personaje cruel que acabó con buena parte de su familia, entre ellos su tercera esposa Mesalina. Sin embargo, el autor nos hace comprender, aunque tal vez no excusar, las motivaciones del viejo emperador.

Pero la novela (más correctamente, novelas, pues la obra tiene dos partes, Yo Claudio, que concluye con el inesperado acceso al trono del protagonista, y Claudio el Dios y su esposa Mesalina, que nos narra la historia desde ese momento hasta la muerte –asesinato- del monarca a manos de su última esposa y sobrina, Agripina la Menor) se remonta a tiempos anteriores al nacimiento de Claudio, en los que Augusto instauró el Imperio sobre montones de cadáveres de ciudadanos romanos víctimas de las persecuciones de la Guerra Civil que acabó para siempre con la República. Es la historia de una familia elevada a las cumbres del poder más absoluto y de las ambiciones y pasiones que se desatan en su seno a causa de la lucha por el poder. La figura de la emperatriz Livia, esposa de Augusto y matriarca de la dinastía, se eleva poderosa y terrible en el relato. Es ella la que conspira y asesina entre bambalinas y la que, al fin y al cabo, gobierna el Imperio mientras su esposo hace todo lo posible para poner el futuro de la dinastía en peligro con sus absurdos favoritismos. Finalmente consigue su objetivo, y será su hijo Tiberio el que asciende al trono aunque para ello sea necesario eliminar al propio Augusto. Sin embargo, Livia también es un personaje trágico cuando se da cuenta de que sus descendientes no están a la altura de sus expectativas y, lo peor de todo, no están dispuestos a divinizar a la la aviesa matriarca, que Livia Augusta, la terrible matriarca de la familiaansía obtener un salvoconducto al paraíso a pesar de sus múltiples crímenes. Por su puesto, esta es la parte que Graves inventa de la historia, pues es imposible saber las motivaciones reales de los personajes. Para ello crea la ficción de que la novela es el legado del viejo emperador Claudio, que lo ha ocultado antes de ser eliminado por sus herederos. Así podemos conocer la historia del príncipe despreciado por su propia familia a causa de sus taras físicas (Claudio era cojo y tartamudo) que sobrevive a todos sus parientes por el hecho de ser olvidado por los sucesivos conspiradores, que le apartan de la escena por considerarlo idiota. Claudio ve como sus hermanos, tíos y primos van eliminándose unos a otros en su ciega lucha por el poder mientras el vive una vida oscura en palacio. Hasta que llega el momento en que es hallado escondido tras una cortina por la guardia pretoriana mientras los asesinos de su sobrino Calígula recorren el Palacio Imperial buscando a cualquier miembro de la familia reinante para eliminarlo y reinstaurar la República.

El viejo cojo es alzado sobre los escudos de los soldados y proclamado emperador. Contra todo pronóstico, el nuevo monarca actúa con decisión y notable celeridad, y juzga sumarísimamente a los conspiradores. Estos son rápidamente eliminados sin vacilación alguna. Es entonces cuando emerge la verdadera personalidad de Claudio, que parece fue más cruel en la realidad que lo que el relato de Graves nos permite vislumbrar. El Senado, que lo desprecia, se ve sorprendido por una energía y determinación que no esperaba y tiene que someterse finalmente bajo el yugo de un cetro que poco antes parecía vacilante.

Leyendo las novelas de Graves realmente llegamos a creer que es la voz del viejo Claudio la que nos habla surgida desde las profundidades de la Historia y nos revela las intimidades que de otra manera nunca podríamos llegar a conocer. Sin embargo, lo que expone el autor en su novela es un profundo conocimiento de las fuentes clásicas y una notable habilidad para tejer un hilo argumental nítido y comprensible, que nos hace devorar las páginas de la obra con ansiedad, pues los hechos se suceden emocionantes sin solución de continuidad.

Por supuesto, la novela se hizo muy conocida en los años setenta gracias a la excepcional adaptación que para la televisión hizo la BBC. Es un producto prácticamente teatral que cuenta con la participación de lo más granado de los intérpretes (shakespearianos en su mayoría) británicos de la época.

Claudio parece conocer el pasado y también el futuro, y por eso nos lega su relato, pues sabe que perecerá a manos de su futura viuda Agripina, que solo ansía asegurar la sucesión para su hijo Nerón, que ha sido adoptado a regañadientes por el emperador. Consciente de que esto prácticamente constituye una sentencia de muerte para su propio hijo Británico, a quien en vano intentará salvar, oculta su obra para dar a conocer la verdad a la posteridad.

Es una bella ficción. Si non e vero e ben trovato.

Yo Claudio, fragmento con la entronización de Claudio

jueves, 4 de julio de 2013

Un Paño Negro

De los miles de visitantes que diariamente irrumpen en Marin_Falierlas grandes salas del Palazzo Ducale veneciano, pocos advertirán un discreto detalle en la decoración de la Sala del Mayor Consiglio, la estancia más majestuosa del viejo edificio.

Dicha sala se halla decorada con los grandes hitos y victorias  de la historia de la Serenísima, pintadas por los mejores pintores venecianos. Destaca el gigantesco Paraíso obra de Tintoretto, todo un prodigio de grandiosidad. Justo debajo del techo podemos ver retratados a todos los Dux de Venecia que en la historia fueron. Estos retratos forman una largar serie que cubre todo el perímetro del salón. No son demasiado visibles, pero si hacemos un pequeño esfuerzo podremos leer las inscripciones laudatorias que acompañan a cada uno de ellos.

Sin embargo, si observamos atentamente, veremos que al fondo a la izquierda, falta un retrato. Bien, la realidad es que no falta, sino que en su lugar se ha representado una especie de sábana negra que cubre la zona donde teóricamente tendría que verse la efigie de un dux. Sobre el paño podremos leer una inscripción en latín en letras doradas:

“HIC EST LOCUS MARINI FALETRO DECAPITATI PRO CRIMINIBUS”

(Este es el lugar de Marin Falier, decapitado por sus crímenes)

Detención del dogo Falier, según la versión decimonónica de Francesco HayezPues bien, este es uno de los más célebres casos de damnatio memoriae de la historia. El castigo que un estado aplica a los traidores más allá de la muerte: la condena al olvido.

¿Quién fue Marino Falier? ¿Qué gran crímen cometió para que su propia patria condenara su memoria después de haberlo elevado a la más alta dignidad de la República? Para saberlo tenermos que retroceder nada menos que al siglo XIV. Estamos en el más glorioso período de la historia veneciana. Los barcos de la Serenísima dominan las principales rutas comerciales del Mediterráneo y aportan continuamente grandes cantidades de riqueza a la ciudad de los canales. Marino Falier es uno de los más destacados aristócratas por su riqueza y por sus grandes servicios al estado. Ha sido general victorioso de sus ejércitos y afortunado diplomático en la Corte Papal de Avignon. Cuando en 1354 el dux Andrea Dandolo fallece hay un gran consenso a la hora de elegir a su sucesor, que no es otro que el respetado senador Falier.

Eugène_Ferdinand_Victor_Delacroix_Ejecución del dogo Marino FalierSin embargo, la situación en Italia era cada vez más inestable por aquellos días. La mayoría de las ciudades vecinas habían abandonado el sistema oligárquico y republicano para ponerse en manos de hombres fuertes que asumían el poder y se arrogaban títulos y prebendas de carácter principesco. Tal vez Falier concibiera en su cabeza la idea de que lo que Venecia necesitaba era el gobierno de un hombre fuerte. Lo cierto es que la Historia le atribuye motivos más triviales a su intento de hacerse con el poder en su patria. Se dice que concibió un gran odio a las más alta nobleza veneciana (a la que por otra parte él mismo pertenecía) a consecuencia de una ofensa cometida contra su esposa por un joven aristócrata, y que no había sido castigada a su satisfacción.

El caso es que el viejo dogo organizó una conspiración junto a otros descontentos con el poder de la oligarquía y fijó para el día 15 de abril de 1355 la ejecución de su plan, que consistía básicamente en atraer a sus enemigos a la Piazza de San Marco, delante del Palacio Ducal, para eliminar a los principales representantes del stablishment veneciano y dejar descabezado cualquier intento de resistencia. Acto seguido, el viejo Falier sería proclamado Príncipe de Venecia.

Marino_FalieroLo que ocurrió es que varios de los conjurados no guardaron la necesaria circunspección y las noticias del complot llegaron pronto a oídos del Consejo de los Diez, la instancia secreta que controlaba una gran red de espionaje fuera y dentro de la propia Venecia. Reunidos en secreto, abrieron una rápida investigación que dejó bien a las claras el grado de implicación del propio dogo en la confabulación.

El día previsto para la toma del poder amaneció con los puntos neurálgicos de la ciudad tomados por las fuerzas del gobierno y con diez de los confabulados colgados de las ventanas del Palacio Ducal. Marino Falier fue arrestado y juzgado sumarísimamente. El anciano reconoció todos los cargos y asumió su fatal destino. El día 18 fue llevado al patio interior del palacio y fue despojado de todas las insignias de poder. Después fue decapitado y su cadáver expuesto para público escarnio. Todos sus bienes fueron confiscados excepto una cantidad para su viuda.

Venecia eligió rápidamente un nuevo dogo y borró de la memoria histórica al hombre que había intentado acabar con la República a pesar de haber sido elevado a la máxima dignidad. Algunos años después de su muerte se ordenó borrar su efigie del friso de los dogos y cubrirlo con el paño negro que ahora vemos. Si no hubiera sido así, su rostro miraría, a modo de cruel ironía, el maravilloso espectáculo de los bienaventurados que disfrutan de la vida eterna en un el Paraíso que años después Tintoretto pintó para mayor gloria de Venecia.

paradiso-tintoretto

lunes, 25 de junio de 2012

Leyendas griegas: Nauplio y Palamedes

La epopeya troyana es de sobra conocida por la inmensa mayoría del público; incluso se han hecho unas cuantas películas con lo más granado del star system hollywoodiense. Lo del Caballo de Troya es un lugar común, incluso entre personas que realmente desconocen de donde proviene la expresión. Pero dejando a un lado la trama principal de la historia, encontramos narraciones paralelas desempeñadas por personajes a veces bastante desconocidos. Uno de estos “spin-offs homéricos” está protagonizado por el astuto Palamedes, al que toda su sabiduría no le sirvió para ponerse a salvo de la venganza del todavía más taimado Ulises.

Nuestro héroe era, junto a Éax y Nausimedonte, uno de los tres hijos de Nauplio. También era primo del rey Menelao de Esparta y su principal consejero. Fue él quién consoló al desesperado monarca cuando el troyano Paris raptó a su esposa Helena. Asimismo formó parte de la embajada griega (junto a Ulises y el propio Menelao) que llegó a Troya para reclamar a la prófuga y arreglar el asunto de manera amistosa.

Efigie de Palamedes en un grabado antiguoComo es sabido, fracasaron en su misión y la guerra quedó declarada. Llegó el momento de reclamar la comparecencia de los aliados. Por desgracia, no todos parecían muy dispuestos a empuñar la lanza por una afrenta que en el fondo sólo afectaba al honor de los Tindáridas (o sea, los hijos del rey Tindáreo, Menelao y Agamenón). El más remiso fue Ulises (Odiseo para los griegos) que recurrió a una de sus habituales tretas: se fingió loco, y para demostrar de desvarío, unció a su arado a un buey y un asno, y se puso con ellos a sembrar de sal sus campos. El truco no engañó a Palamedes, que desbarató el numerito de Ulises colocando Telémaco, el pequeño hijo de éste, en el camino del arado. Por supuesto, el padre se detuvo para no matar al infante, y se descubrió como más cuerdo de lo que quería aparentar. Ulises tuvo que ir a la guerra contra su voluntad, pero nunca olvidó la afrenta de Palamedes, que pagaría su astucia con creces.

Palamedes, en la idealizada versión de CanovaYa en tierras de Ilión, Palamedes fue uno de los principales jefes griegos en la primera fase de la guerra. Con su sabiduría habitual mantuvo la moral de las tropas a pesar de los presagios adversos y fue capaz de garantizar el suministro de vituallas en territorio enemigo, cuando el propio Ulises había fracasado miserablemente en esta misión. El era el principal consejero de los grandes reyes, y esto parecía protegerle de la inquina de sus enemigos, que deseaban su destrucción a pesar de todas sus buenas acciones. La tradición griega hace de él el inventor de algunas letras del alfabeto (se dice que inventó la Y al ver una bandada de grullas en el cielo), o de otras cosas útiles para la humanidad, como los números, la balanza, los dados o el juego de damas y una versión primitiva del ajedrez. Es uno de los sabios por antonomasia de la tradición helena. Su recuerdo llega a la actualidad, pues su nombre lo lleva una mariposa, obras de arte como una estatua de Antonio Canova y diversas publicaciones relacionadas con el ajedrez.

El genio maléfico de Ulises acabó por imponerse, que organizó un elaborado complot para provocar la caída definitiva de su íntimo enemigo. Obligó a un prisionero frigio a componer una supuesta carta del rey Príamo de Troya en la que éste agradecía los servicios prestados por Palamedes. Después de matar al prisionero para no dejar testigos, hizo circular la carta por el campamento griego. Remató la faena sobornando a uno de los servidores de su rival para que escondiese oro y diversas alhajas bajo la cama de su amo. De nada le sirvieron sus buenos servicios al príncipe: fue condenado por el consejo de los reyes y lapidado por todo el ejército.

La sangre del inocente revertiría sobre la cabeza de sus verdugos. Nauplio, el padre del ajusticiado, no tardó demasiado en enterarse de la injusta muerte de su hijo. Se presentó en el campamento exigiendo justicia y clamando venganza, pero sus exigencias no fueron satisfechas en absoluto. Mal hicieron los griegos en no atender al indignado anciano, pues este no era un cualquiera: en su juventud había sido uno de los Argonautas, y llegó a pilotar la nave Argos en la parte final del viaje. Además era conocido como un experto navegante, y era tan astuto o más que su hijo.

Palamedes ante Agamenón en una temprana (y anacrónica) obra de Rembrandt

El viejo, despechado, comenzó un tour por todas las cortes griegas, donde esperaban las esposas de los reyes el regreso de sus maridos. A todas les contó que sus esposos habían encontrado nuevas esposas en tierras troyanas, y que pensaban traerlas con ellos a su regreso. Algunas de las mujeres se suicidaron de desesperación, pero otras, como Clitemnestra, la esposa de Agamenón, Meda, la de Idomeneo de Creta o Egialea, la de Diomedes (uno de los principales instigadores de la muerte de Palamedes) prepararon a sus esposos un amargo regreso. Para unos fue la más ignominiosa de las muertes, para otros consistió en verse expulsados de su patria y convertidos en foragidos. Irónicamente, fue Penélope, la esposa de Ulises, la única que no cayó en el engaño de Nauplio y siguió siendo fiel a su esposo.

Pero Nauplio también se vengó de los griegos de formas más directas. Cuando éstos regresaban victoriosos y cargados de riquezas a sus casas, el anciano se apostó en el cabo Cafareo y encendió una gran hoguera. Las naves de los dánaos (otro nombre de los griegos de entonces) se dirigieron hacia los acantilados, pensando que era puerto seguro. La mayoría de ellas se hundieron en lo más negro del mar junto con gran parte del botín.

Tal fue la terrible venganza de Nauplio, que así castigó la iniquidad de los griegos.

domingo, 22 de enero de 2012

El Daguerrotipo

El nacimiento de la fotografía es una historia alambicada, protagonizada por pioneros que intentaVista desde Le Grasron con todo su ahínco fijar una imagen fugaz en un medio físico y perdurable. Fue el francés Joseph-Nicéphore Niepce (1765 – 1833) el primero que consiguió avances realmente notables en esta empresa. Rico terrateniente, dedicó varios años a la búsqueda de un método realmente efectivo para la captura de imágenes. Aunque parece que consiguió otras con anterioridad, la primera “fotografía” que ha sobrevivido nos muestra una vista desde la ventana del estudio que Niépce tenía en Le Gras (Saint-Loup-de-Varennes). La imagen fue tomada hacia 1827 y para ello fue necesaria una exposición de 8 horas. Aunque el procedimiento era todavía muy rudimentario, sin duda era una gran avance técnico.

Louis_DaguerrePero Niepce no supo rentabilizar su invento. Tras intentar en vano interesar a la Royal Society británica, se asoció con Louis-Jacques-Mandé Daguerre (1787 – 1851), un pintor experto en la técnica de la cámara oscura y en la fabricación de dioramas, con el objeto de perfeccionar su descubrimiento. Durante el año de 1829, ambos hombres trabajaron codo con codo, consiguiendo disminuir drásticamente el tiempo de exposición necesario para la obtención de imágenes (ahora unas dos horas). También fundaron una sociedad comercial para la explotación del invento. Ambos siguieron investigando, pero a la muerte de Niepce en 1833, este fue sucedido como socio por su hijo Isidore, que no supo como seguir con las investigaciones de su padre. Mientras, Daguerre siguió mejorando la técnica. Aprovechó la impericia de su joven socio para modificar los términos del acuerdo en su favor, con lo que la sociedad pasó a denominarse Daguerre-Niepce (y no a la inversa, como hasta ese momento) y posteriormente sólamente Daguerre, condenando al olvido el nombre de Niepce. Cuando Daguerre estuvo en condiciones de dar a conocer al mundo su descubrimiento, tuvo buen cuidado de silenciar el nombre de su socio y atribuirse todo el mérito, ocultando el hecho de que todo el procedimiento se basaba en los primeros hallazgos del difunto inventor.

Boulevard_du_Temple_by_Daguerre Daguerre_2

NiepceA pesar de todo, Daguerre merece buena parte del crédito, pues consiguió imágenes muy nítidas y más sencillas de obtener gracias a sus propias innovaciones. La vista del Boulevard du Temple fue considerada de 1838 fue considerada durante mucho tiempo la primera fotografía de la historia, antes del redescubrimiento de la de Niepce y otras del propio Daguerre. Su invento, el daguerrotipo, se popularizó muy rápidamente y el francés supo sacarle una gran rentabilidad frente a otros procedimientos fotográficos de menos éxito, como la heliografía o el talbotipo o calotipo. El quid de su éxito fue conseguir el apoyo de las autoridades francesas, que compraron la patente a cambio de una sustanciosa pensión para Daguerre y los herederos de Niepce. Al ser liberado de derechos de autor, el procedimiento se extendió por toda Europa y Estados Unidos, donde el daguerrotipo gozó de una gran y prolongada aceptación, incluso cuando la fotografía se había impuesto en el resto de los países.

Daguerreotype_Daguerre_Atelier_1837Sin embargo, el daguerrotipo acabó siendo sustituido por la verdadera fotografía, mucho más fácil y cómoda de conseguir. El hecho de que una exposición de 10 a 40 minutos fuera necesaria, de que cada daguerrotipo es una obra única imposible de duplicar o de pasar a un soporte más manejable como el papel, el problema de que la imagen resultante siempre estaba invertida horizontalmente, o de que para la impresión de la imagen en la placa metálica fuera necesario manipular productos químicos altamente tóxicos, condenaron la técnica a una muerte inevitable. Técnicas más avanzadas que permitían una más fácil y rápida reproducción de las instantáneas tomadas, como la del colodión húmedo, se impusieron en pocos años (hacia 1855). Estos nuevos procedimientos permitían obtener imágenes en negativo que después podían convertirse Sarah Bernhardt por Nadaren positivos sobre el papel. Pero el daguerrotipo disfrutó de un inusitado éxito durante unas pocas décadas. Nos han quedado instantáneas y paisajes urbanos de la época gracias a él, que se han convertido en verdaderos tesoros de gran valor histórico. La prolongada exposición impedía reflejar la vida y el ajetreo real que se vivía en las grandes ciudades, así que donde más brilló el daguerrotipo fue en la especialidad del retrato. Fotógrafos como Nadar (Gaspard-Félix Tournachon, 1820 – 1919) inmortalizaron a lo más granado de la sociedad de la época. Otros como los Hermanos Bisson se especializaron en la reproducción de grandes monumentos europeos o en documentar grandes gestas como la ascensión al Montblanc. También se produjo el difícil encuentro entre la pintura y la fotografía, entonces polémico, como en los trabajos conjuntos del fotógrafo Jean-Louis-Marie-Eugène Durieu (1800 – 1874) y el pintor romántico Eugène Delacroix.

En EE UU el daguerrotipo tuvo una gran repercusión en la sociedad y han quedado múltiples ejemplos de retratos individuales o de grupo, familiares u oficiales, firmados por fotógrafos anónimos o reconocidos como George Smith Cook (1819 – 1902) o Mathew Brady (1823 – 1893), el hombre que supo dejar testimonio de la Guerra Civil Americana. Fue entonces cuando encontramos lo que será el germen del fotoperiodismo, que documentó los grandes progresos de la humanidad o las vicisitudes que vivió la sociedad de su tiempo.

Hermanos Bisson Escalada al Montblanc 1862 The_Great_Eastern_by_Robert_Howlett,_1857

St__Laurence's_Church,_Reading,_c__1845 The Clark sisters circa 1850

Dumas_by_Nadar,_1855 Desnudo femenino, Durieu y Delacroix

El fotógrafo George Smith Cook en el centro

jueves, 29 de diciembre de 2011

William Wallace

Figura histórica popularizada por la película Braveheart, dirigida e interpretada por Mel Gibson, es en realidad bastante poco lo que sabemos sobre el personaje real, divinizado por la épica escocesa. Todos sus actos se hallan teñidos por la leyenda, aunque sabemos que fue un líder carismático y de gran talento militar, que a pesar de sus orígenes relativamente oscuros consiguió reunir bajo su mando a la resistencia escocesa que luchaba para sacudir el yugo inglés.
William WallaceEscocia había vivido una época de esplendor bajo el rey Alejandro III. Sin embargo, esto acabó cuando el monarca falleció a consecuencia de una caída de caballo en 1286. La única heredera era su nieta de cuatro años, Margarita, la Doncella de Noruega. La princesa tardó varios años en emprender viaje hacia su nuevo reino, y cuando lo hizo (1290), su salud era tan delicada que no llegó viva a Escocia.
El trono de Escocia quedó vacante y sin ningún candidato claro a ocuparlo. Las grandes familias del reino comenzaron a disputarse la supremacía. Los Balliol y los Bruce presentaron a sus respectivos candidatos y buscaron el apoyo del poderoso vecino del sur, Eduardo I Piernas Largas, rey de Inglaterra. Este se hizo reconocer como Lord Supremo de Escocia y eligió a un monarca a su gusto, Juan de Balliol (1292), que tuvo que rendirle homenaje. El orgullo del reino se vio considerablemente ultrajado, y el hecho de que el nuevo rey se convirtiera en un simple títere del inglés no mejoró la situación.
Cuando Juan de Balliol reaccionó e intentó actuar como soberano independiente, la respuesta de Eduardo fue fulminante, atacando la frontera con Escocia y derrotando a los ejércitos escoceses en la batalla de Dunbar (1296). El rey Juan fue obligado a abdicar y los nobles del reino, muchos de ellos prisioneros en la reciente batalla, tuvieron que rendir homenaje al inglés como nuevo rey de Escocia. Balliol moriría muchos años después desterrado en sus feudos ancestrales de Picardía (1315)
La opresión inglesa provocó casi inmediatamente diversos levantamientos en toda la geografía del reino. Hombres como Andrew Moray (o Murray) levantarían la bandera de la rebelión con éxito. Pero el más famoso de todos estos rebeldes fue William Wallace (o Le Walays, el Galés), el hombre que consiguió derrotar al gigante inglés, aunque ello le costara la vida.
Cartel de BraveheartWallace surge de la oscuridad repentinamente en mayo de 1297, cuando da muerte al sheriff de Lanark, William Heselrig y se proclama en rebeldía. Pronto se le unirán muchos nobles escoceses, el primero de ellos William el Atrevido, señor de Douglas. La leyenda dice que Wallace vengaba de esta manera el asesinato de su esposa, pero los hechos no están claros. La mayoría de su historia nos la contó un bardo, Blind Harry (Harry el Ciego) que vivió en el siglo XV, casi dos siglos después de la muerte del héroe escocés. Irónicamente, Wallace
El 11 de septiembre de 1297, los escoceses comandados por Wallace sorprendieron al confiado ejército inglés en Stirling Bridge. La victoria fue total y Wallace se convirtió en el gran líder y héroe nacional de la resistencia escocesa. La suerte estuvo de su parte, pues algunos de los otros líderes sufrieron peor suerte; Moray murió a consecuencia de las heridas recibidas en Stirling mientras Lord Douglas caía prisionero de los ingleses. Wallace fue nombrado Guardián de Escocia, o sea, la máxima autoridad del reino en ausencia del monarca legítimo.
La buena estrella de Wallace no duró mucho. Tras algunas incursiones en territorio inglés, Eduardo invadió Escocia y obligó a los rebeldes a aceptar la batalla en Falkirk (1 de abril de 1298). La superioridad de los arqueros galeses fue decisiva para derrotar a los escoceses. Las pérdidas fueron enormes y, aunque Wallace consiguió escapar, su reputación se vio tan comprometida que se vio obligado a resignar como Lord Guardián unos meses después. En su lugar fueron nombrados dos grandes nobles, Robert Bruce, que acabaría haciéndose con la corona, John Comyn de Badenoch, sobrino del exiliado rey Juan de Balliol.
Muy poco se sabe de las actividades de Wallace tras su dimisión; parece que estuvo en en la corte de Felipe IV de Francia intentando conseguir el apoyo del monarca galo para la rebelión escocesa. Ya en 1304 le encontramos de nuevo en su tierra, participando en escaramuzas contra los ingleses. Sin embargo, la traición acabó para siempre con su carrera, cuando el caballero escocés John de Menteith lo entregó a los ingleses en Robroyston (5 de agosto de 1305). Trasladado a Londres, fue juzgado por traición y, por supuesto, condenado. Coronado con una guirnalda de roble, como Rey de los Ladrones, fue conducido a la muerte (23 de agosto). El suplicio fue terrible: desnudado y arrastrado por caballos, colgado casi hasta la muerte para después ser castrado y eviscerado (con el placer añadido de ver como freían sus entrañas delante de él), decapitado y cuarteado. Sus restos fueron repartidos por diversos lugares de Inglaterra a modo de lección para traidores. Su cabeza recibió un trato especial; conservada en alquitrán, fue exhibida ensartada en una pica en el Puente de Londres.
El Juicio de William Wallace en Westminster, por Daniel Maclise
Sin embargo, la causa escocesa acabó triunfando. Aunque las disputas entre los nobles continuaron, Robert Bruce, más hábil que Wallace, pero mucho menos heroico, consiguió asegurar la independencia de Escocia. Tras asesinar a su rival John Comyn con sus propias manos ante el altar de la iglesia de los franciscanos en Dumfries, fue absuelto por la Iglesia y coronado en Scone como nuevo rey de Escocia pocas semanas después (25 de marzo de 1306). El nuevo rey siempre había sabido nadar y guardar la ropa, aliado a veces con los ingleses, otras liderando la rebelión, consiguió asegurar su poder y hacerse con el trono. Fue un buen rey, y expulsó a los ingleses definitivamente tras derrotarlos en Bannockburn (23-24 de junio de 1316)
La historia está llena de ejemplos de este tipo: los héroes mueren por una causa, los políticos recogen los frutos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La tragedia de Montiel… parece una peli, pero es historia

Acostumbrados como estamos a que el cine anglosajón nos venda sin parar hasta el más nimio acontecimiento de la historia de Inglaterra o Estados Unidos, a ninguno nos extraña conocer perfectamente quién fue William Wallace (Braveheart), Abraham Lincoln, el Rey Arturo o Robin Hood (que seguramente ni existieron).

Y sin embargo, la historia de España y Catalunya están plagadas de personajes apasionantes, que protagonizaron sucesos extraordinarios o se vieron envueltos en vicisitudes merecedoras de que el Spielberg de turno les dedicara una película por lo menos.

IMGP1100Como muestra un botón. Relataré brevemente la historia de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, personaje controvertido donde los haya, y de su violento final, digno de la mejor película de espadachines que se precie.

Castilla, 1350. El rey Alfonso XI acaba de perecer víctima de la peste que ha asolado el campamento de su ejército, con el cual estaba asediando la plaza de Tarifa. Le sucede su hijo Pedro I, muchacho de dieciséis años de carácter violento y exaltado. Lo primero que hará al acceder al trono es liquidar a la amante oficial de su padre, Doña Leonor de Guzmán. Mal comienzo, pues la dama ha tenido con el rey un montón de hijos bastardos, que se convierten en enemigos del nuevo monarca.

Pasan los años y el temperamento irascible de Pedro le granjea multitud de enemigos en todo el reino. La nobleza, siempre dispuesta a disminuir el poder de la corona, encuentra en Enrique de Trastámara, el mayor de los bastardos de Alfonso XI, a su líder natural.

Se desencadena una lucha a muerte por el trono. En Europa está en pleno apogeo la Guerra de los Cien Años, y cada uno de los bandos en litigio encuentra apoyo internacional para su causa. Pedro se alía con los ingleses, al mando del Príncipe Negro, heredero del trono de Eduardo III de Inglaterra (el malo de Braveheart), mientras que Enrique consigue el apoyo de los franceses.

La resolución del drama se produce en los campos de Montiel, donde los dos ejércitos se encuentran frente a frente. Beltrán Du Guesclin, el jefe de las tropas francesas, consigue engañar a Pedro y atraerle a su tienda, con el pretexto de negociar una tregua. Es el 14 de Marzo de 1369. Dejemos hablar al padre Mariana, que nos relata en su Historia General de España el desarrollo de la escena:

Entrado pues Don Pedro en la tienda de Don Beltrán, díjole que ya era tiempo que se fuesen. En esto entró D. Enrique armado: como vio á D. Pedro su hermano, estuvo un poco sin hablar como espantado: La grandeza del hecho le tenía alterado y suspenso, ó no le conocía por los muchos años que no se vieran. No es menos sino que los que se hallaron presentes estaban entre miedo y esperanza vacilando. Un caballero francés dijo a Don Enrique señalando con la mano a D. Pedro: Mirad que ese es vuestro enemigo. D. Pedro, con aquella natural ferocidad que tenia, respondió dos veces: Yo soy, yo soy. Entonces D. Enrique sacó su daga, y dióle una herida con ella en el rostro: vinieron luego a los brazos, cayeron ambos en el suelo: dicen que D. Enrique debajo , y que con ayuda de Beltrán que les dio vuelta y le puso encima, le pudo herir de muchas puñaladas con que le acabó de matar: cosa que pone grima: un Rey, hijo y nieto de Reyes revolcado en su sangre derramada por la mano de un su hermano bastardo: ¡extraña hazaña!

Espectacular escena donde un trono se decide a puñalada limpia. Añadir que según otras fuentes, el caballero Du Guesclin, al colocar a su señor Don Enrique encima de su hermano para que pudiese rematarlo más fácilmente, advirtió en la mirada de su enemigo el reproche ante la traición cometida. Fue entonces cuando pronunció la célebre frase:

Ni quito ni pongo rey, sólo ayudo a mi señor

Enrique decapitó a su hermano asesinado y arrojó la cabeza al campo. El cuerpo lo expuso ante los ojos del ejército enemigo para desmoralizarlo. Y sí, él fue el siguiente rey de Castilla, con el nombre de Enrique II el de las Mercedes, porque tuvo que premiar generosamente a todos aquellos que le ayudaron a usurpar el trono. De él desciende el actual rey de España.

ENRIQUE II