lunes, 8 de julio de 2013

I Clavdivs

Robert Graves tiene el mérito de haber acercado la historia antigua y la mitología a muchas personas. Poeta antes que nada, el escritor inglés pintó en sus novelas históricas un fresco de personajes apasionantes que para sorpresa del lector, resultaban estar muy cerca de los hechos reales, o al menos, de la versión que los historiadores clásicos nos han dado de ellos. Bebiendo directamente de las páginas escritas por Suetonio, Tito Livio y otros, pero añadiéndoles un fino humor británico y una prosa clara y amena, Graves alcanzó su mejor logro con la “autobiografía” de Tiberio Claudio Nerón Druso Claudio, un personaje que contra todos los pronósticos alcanzó el trono imperial romano en el primer siglo de nuestra era.

Claudius_cropGraves consigue hacernos simpática a una figura con grandes luces pero también profundas sombras. Claudio fue el emperador que conquistó Britania y apaciguó el Imperio tras el turbulento reinado del emperador demente Calígula, su sobrino, que estuvo a punto de acabar con la dinastía. Pero también fue un personaje cruel que acabó con buena parte de su familia, entre ellos su tercera esposa Mesalina. Sin embargo, el autor nos hace comprender, aunque tal vez no excusar, las motivaciones del viejo emperador.

Pero la novela (más correctamente, novelas, pues la obra tiene dos partes, Yo Claudio, que concluye con el inesperado acceso al trono del protagonista, y Claudio el Dios y su esposa Mesalina, que nos narra la historia desde ese momento hasta la muerte –asesinato- del monarca a manos de su última esposa y sobrina, Agripina la Menor) se remonta a tiempos anteriores al nacimiento de Claudio, en los que Augusto instauró el Imperio sobre montones de cadáveres de ciudadanos romanos víctimas de las persecuciones de la Guerra Civil que acabó para siempre con la República. Es la historia de una familia elevada a las cumbres del poder más absoluto y de las ambiciones y pasiones que se desatan en su seno a causa de la lucha por el poder. La figura de la emperatriz Livia, esposa de Augusto y matriarca de la dinastía, se eleva poderosa y terrible en el relato. Es ella la que conspira y asesina entre bambalinas y la que, al fin y al cabo, gobierna el Imperio mientras su esposo hace todo lo posible para poner el futuro de la dinastía en peligro con sus absurdos favoritismos. Finalmente consigue su objetivo, y será su hijo Tiberio el que asciende al trono aunque para ello sea necesario eliminar al propio Augusto. Sin embargo, Livia también es un personaje trágico cuando se da cuenta de que sus descendientes no están a la altura de sus expectativas y, lo peor de todo, no están dispuestos a divinizar a la la aviesa matriarca, que Livia Augusta, la terrible matriarca de la familiaansía obtener un salvoconducto al paraíso a pesar de sus múltiples crímenes. Por su puesto, esta es la parte que Graves inventa de la historia, pues es imposible saber las motivaciones reales de los personajes. Para ello crea la ficción de que la novela es el legado del viejo emperador Claudio, que lo ha ocultado antes de ser eliminado por sus herederos. Así podemos conocer la historia del príncipe despreciado por su propia familia a causa de sus taras físicas (Claudio era cojo y tartamudo) que sobrevive a todos sus parientes por el hecho de ser olvidado por los sucesivos conspiradores, que le apartan de la escena por considerarlo idiota. Claudio ve como sus hermanos, tíos y primos van eliminándose unos a otros en su ciega lucha por el poder mientras el vive una vida oscura en palacio. Hasta que llega el momento en que es hallado escondido tras una cortina por la guardia pretoriana mientras los asesinos de su sobrino Calígula recorren el Palacio Imperial buscando a cualquier miembro de la familia reinante para eliminarlo y reinstaurar la República.

El viejo cojo es alzado sobre los escudos de los soldados y proclamado emperador. Contra todo pronóstico, el nuevo monarca actúa con decisión y notable celeridad, y juzga sumarísimamente a los conspiradores. Estos son rápidamente eliminados sin vacilación alguna. Es entonces cuando emerge la verdadera personalidad de Claudio, que parece fue más cruel en la realidad que lo que el relato de Graves nos permite vislumbrar. El Senado, que lo desprecia, se ve sorprendido por una energía y determinación que no esperaba y tiene que someterse finalmente bajo el yugo de un cetro que poco antes parecía vacilante.

Leyendo las novelas de Graves realmente llegamos a creer que es la voz del viejo Claudio la que nos habla surgida desde las profundidades de la Historia y nos revela las intimidades que de otra manera nunca podríamos llegar a conocer. Sin embargo, lo que expone el autor en su novela es un profundo conocimiento de las fuentes clásicas y una notable habilidad para tejer un hilo argumental nítido y comprensible, que nos hace devorar las páginas de la obra con ansiedad, pues los hechos se suceden emocionantes sin solución de continuidad.

Por supuesto, la novela se hizo muy conocida en los años setenta gracias a la excepcional adaptación que para la televisión hizo la BBC. Es un producto prácticamente teatral que cuenta con la participación de lo más granado de los intérpretes (shakespearianos en su mayoría) británicos de la época.

Claudio parece conocer el pasado y también el futuro, y por eso nos lega su relato, pues sabe que perecerá a manos de su futura viuda Agripina, que solo ansía asegurar la sucesión para su hijo Nerón, que ha sido adoptado a regañadientes por el emperador. Consciente de que esto prácticamente constituye una sentencia de muerte para su propio hijo Británico, a quien en vano intentará salvar, oculta su obra para dar a conocer la verdad a la posteridad.

Es una bella ficción. Si non e vero e ben trovato.

Yo Claudio, fragmento con la entronización de Claudio

No hay comentarios:

Publicar un comentario